sobre el acoso sexual y las dinámicas de poder

El inicio.

En el verano de 2015, ingresé a un programa para emprendedores por parte de Venture Institute (VI), la antigua incubadora de ALLVP. En ese entonces me consideraba una joven e inexperta fundadora, ingenua, pero lista para iniciar una empresa. Me uní a VI con algunos compañeros, trabajando en una idea inicial sobre ahorros e inversiones.

El 1° de julio tuvimos nuestra primera reunión con Fernando Lelo de Larrea, socio director de la firma. Hablamos sobre nuestra idea, obtuvimos algunos comentarios iniciales y comenzamos a trabajar. Unas horas más tarde, Fernando me envió un mensaje de texto dándome la bienvenida a VI.

Lo primero que pensé fue que era un gesto amable de su parte; en realidad estaba muy emocionada y ansiosa por comenzar a construir una empresa. En el mensaje de texto, me sugirió que investigara sobre Betterment y me dijo que me sintiera libre de comunicarme con él a través de WhatsApp.

Al día siguiente, en la mañana, le comenté sobre otra empresa que mi equipo y yo habíamos investigado, y le agradecí por compartir sus ideas. En respuesta, Fernando envió otra sugerencia y terminó el mensaje con un emoji de beso.

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Al ver el mensaje, mentalmente di un paso atrás y me sentí insegura. Me pregunté: ¿Qué quiso decir con el emoji de beso? ¿Piensa que esto es normal? ¿Está tratando de decir algo? ¿Por qué me envió el mensaje de bienvenida, pero no envió uno a mi cofundador? ¿Está siendo amable o es otra cosa?

Después de 10 minutos de mirar la pantalla, respondí a su mensaje sobre la referencia y no me dirigí ni mencioné el emoji.

En ese momento no conocía a Fernando lo suficiente como para emitir un juicio, pero sabía que su mensaje me hacía sentir incómoda. Sabía que había algo raro, que la gente no se comunica así en un ambiente profesional, y que era mejor guardar pruebas de sus mensajes.

Dos celulares y un nuevo número después, todavía tengo el historial completo de nuestras conversaciones de WhatsApp.


En Venture Institute.

Durante el programa, trabajé la mayoría de las tardes en el coworking de la oficina de ALLVP. En las reuniones, Fernando me hablaba con respeto y se comportaba de manera profesional. Era serio y educado, pero también firme y directo cuando no estaba de acuerdo.

Sin embargo, fuera de las reuniones, Fernando se me quedaba viendo muy extraño cuando pasaba por los espacios de coworking. Me miraba fijamente; y si lo veía, en lugar de mirar hacia otro lado, continuaba haciéndolo aún más intensamente.

Esto sucedía alrededor de una vez a la semana. Cuando esto pasaba, me sentía intimidada y acosada. La mirada de Fernando se sentía... sucia. Me daban escalofríos y una sensación persistente y similar a cuando tocas una telaraña que no puedes quitarte de la mano.

Como fondo de capital de riesgo, ALLVP y sus socios son esencialmente guardianes de los recursos, la financiación, las conexiones, entre otras cosas. Es decir, eran dueños de parte de mi empresa. Y empecé a preguntarme nuevamente: ¿Qué es lo que Fernando quiere de mí?, y, sobre todo, ¿qué va a retener de mí o de mi empresa para conseguirlo?

A diferencia de un contexto social regular, no podía simplemente distanciarme de Fernando. A diferencia de tratar con un amigo o conocido, me daba miedo pedirle que se detuviera porque podría molestarse y, a su vez, esto tendría consecuencias negativas para mí y para mi empresa.

Al tratar de lidiar con esta situación, contacté a dos emprendedores de la comunidad, en los que confiaba, para pedirles consejo. Desafortunadamente, las respuestas que recibí de ambos se resumían a: “Qué mala suerte” y “Trata de evitarlo”. Era como si no estuvieran sorprendidos por las acciones de Fernando, y no consideraron que cambiar su comportamiento fuera una opción. Su verdadero consejo para mí fue que lo evitara. Estaba decepcionada.

Estaba en una situación extraña. Me sentía acosada por Fernando y, al mismo tiempo, también lo respetaba por su conocimiento y experiencia. En retrospectiva, ahora entiendo cuán peligrosa es esa mezcla. En ese momento fue difícil para mí identificar claramente el comportamiento de Fernando como incorrecto por dos razones: 1) no me había hecho nada explícito y 2) no lo veía completamente como una "mala persona".

Llegué a la conclusión de que seguiría siendo amable con Fernando y lo evitaría fuera de las reuniones porque no tenía poder para cambiar su comportamiento.


Demo Day. 

El 14 de octubre, al finalizar el programa, tuvimos el día de la presentación para exponer las diferentes empresas de VI (Demo Day). Tenía que presentar lo que ahora se había convertido en Vest Wealth Management, y durante las presentaciones, Fernando me envió un mensaje que decía: “¡GoVest!" para animarnos antes de nuestro turno, y luego agregó: “Tengo que decirte que eres mi emprendedora favorita”.

Al instante me sentí incómoda. En ese momento ALLVP ya estaba trabajando con algunos fundadores grandes, y había otras compañías que ya habían ganado mucha más tracción que Vest. El mensaje de Fernando sonaba como una declaración falsa y exagerada para llamar mi atención. Volvió la ola de preguntas: ¿Qué quiere ahora? ¿Es su último esfuerzo para buscar algo más, porque el programa está terminando? ¿Me va a pedir algo?

Como quería evitar problemas, respondí agradeciéndole sus palabras y avancé la conversación para solicitar una reunión en las próximas semanas. Solía pedir las reuniones con Fernando a través de Emy, la persona que manejaba su agenda, pero, al estar hablando con él, quería saber sus espacios en agenda. Cuando le mencioné esto, su respuesta fue: “Me voy el viernes a Londres. ¿Quieres venir conmigo?"

En ese momento, no sabía qué hacer. Ya me estaba pidiendo explícitamente algo. ¿Era una broma? ¿Era una petición disfrazada como una broma? ¿Qué pasaría si digo que no? ¿Me dificultará la gestión de mi empresa? ¿Y si nos mete a una lista negra de levantamiento de capital?

Pensé en varios escenarios para rechazarlo o encontrar una manera que claramente dijera que no, y al mismo tiempo que no lo ofendiera o avergonzara porque todavía tenía que trabajar con él.

Y en este punto, hice algo que las mujeres conocen muy bien, seguirle el juego. Desvié su pregunta y le dije que tal vez, si las cosas salían bien para Vest, podríamos tener un viaje a Londres para asistir a un programa FinTech. Dejó el tema en paz. Me sentí segura.

(Mientras escribía esta publicación, busqué en WhatsApp los diferentes momentos para tomar capturas de pantalla de las conversaciones anteriores. Me di cuenta de que su configuración de privacidad ya había cambiado y su foto de perfil ya no está visible).

Es horrible tener la sensación de tener que agradecer a alguien como una forma de apaciguar sus intenciones, después de que te haya hecho sentir amenazada. Es horrible tener que seguirle el juego porque tienes miedo del poder que la otra persona tiene sobre ti y tu carrera.

Lidiar con Fernando me recordó una situación demasiado familiar en Vietnam y México. Es común que la policía te detenga, a menudo por la noche, después de no haber hecho nada malo, simplemente para extorsionar antes de que te dejen seguir tu camino. Hay un cierto sentimiento de indignación al saber que no hiciste nada malo, pero alguien con autoridad sobre ti ha decidido atacarte.

A medida que te intimidan, debes seguir siendo cortés con ellos, y dependiendo de cómo te las arregles, puedes salir de la situación sin tener que sobornar al oficial de policía. Este es el mismo sentimiento de indignación que sentí al interactuar con Fernando.


Desenlace.

Después de terminar el programa, ya no tenía que ver a Fernando todos los días, y ya no recibía mensajes o miradas incómodas. Sin embargo, todavía tenía que interactuar con él para ciertas cosas relacionadas con Vest. Me di cuenta de que cada vez que tenía que enviarle un mensaje de texto, llamarlo, reunirme con él... Me sentía incómoda y quería evitar la interacción por completo. Nunca me quité de encima la incómoda sensación de tener que hablar con él.

A lo largo de esta experiencia, comencé a internalizar que todo esto era mi culpa, que hice algo para atraer esta atención no deseada, o que quizás me veía de cierta manera que invitaba a su comportamiento.

Nunca he sido alguien que se preocupa mucho por la apariencia, pero, desde entonces, comencé a hacer un esfuerzo activo para que me importara menos. Empecé a comprar ropa que me quedara menos ajustada, dejé de usar el poco maquillaje que me ponía, y dejé de cuidar mi cabello hasta el punto en que se veía seco y con frizz.

Estaba tratando de volverme "fea" porque pensé que el ser menos atractiva resolvería esta atención no deseada. Me volví más fría y más estricta en mis interacciones profesionales.

Dejé de sonreír y sustituí la sonrisa con una cara neutra para aquellos que no conocía. Durante este tiempo, algunos me describirían como siempre seria o enojada.

Me tomó más de 2 años llegar a la conclusión de que no fue mi culpa.

En 2018, una de mis resoluciones de Año Nuevo era "ser bonita". Quería deshacerme de la mentalidad de tener que hacerme “fea” y volverme fría con los demás.

Simplemente debo ser yo misma, y si surgen situaciones similares, puedo lidiar con ellas como se presenten. Descubrí que la mejor manera de “hacer algo” era compartir mi experiencia abiertamente con mi círculo personal y profesional. Quiero que tanto hombres como mujeres se den cuenta de que estas situaciones son comunes, injustas y pueden corregirse o prevenirse.

Quiero que las mujeres entiendan que no están solas, que no tienen que tolerar este comportamiento y que está bien hacer algo al respecto. Quiero que los hombres entiendan esta situación para poder defender a sus compañeras y que entiendan cómo las dinámicas de poder pueden hacer más grande alguna situación.

No creo que haya sido el caso de Fernando, pero estoy segura de que hay personas en el mundo que cometerían este mismo acto sin darse cuenta de su daño.


Reflexiones.

No puedo hablar en nombre de Fernando ni sobre cuáles fueron sus intenciones o si el origen de sus acciones provino de la malicia o la ignorancia. Pero puedo decir que, como profesional, gerente, CEO y coach, su comportamiento sería intolerable dentro de cualquiera de mis equipos.

 En los últimos meses han surgido muchas acusaciones sobre Fernando. Han dado lugar a una investigación dentro de ALLVP y a la renuncia de Fernando como socio. Como miembro del ecosistema emprendedor en México, creo que el enfoque es seguir adelante, establecer un estándar más alto para nosotros mismos y no tolerar más este comportamiento. Como una persona que se ha sentido profundamente agraviada… Sentí una sensación de alivio y justicia cuando escuché la noticia.

Con estos eventos recientes, varios amigos, colegas y emprendedores se acercaron a mí. Me sorprendió gratamente escuchar que muchos venían con una pregunta común: "¿Debí de hacer algo diferente cuando me dijiste?" 

Es una pregunta difícil de responder. Como comunidad, creo que todos estamos tratando de entender cómo manejar y prevenir estas situaciones. No estoy segura de qué se podría haber hecho mejor en el pasado, pero sé que hacernos estas preguntas es un paso hacia la dirección correcta.


Llamada a la acción.

La idea de compartir esta experiencia públicamente fue, y sigue siendo, intimidante. Antes de escribir esto, me pregunté: ¿qué va a pensar la gente de mí? ¿Me verán como dramática y demasiado sensible? ¿Va a afectar a mi futuro profesional? ¿Los clientes y colegas evitarán trabajar conmigo?

Con el mismo espíritu que cuando compartí mi experiencia con mis allegados, llegué a la conclusión de que, si mi publicación puede ser útil para alguien más, esta es razón suficiente para escribirla.

Así que, para finalizar, definí tres conclusiones del porqué y para qué compartir esta experiencia:

1) Para aquellas personas que se encuentran en una situación similar a la mía: Me gustaría que entendieran que no están solas: No tienes que seguirle el juego y puedes denunciar estas situaciones. No es tu culpa, y las personas son responsables de sus acciones. Juntos, como comunidad, podemos cambiar esta desafortunada norma.

2) Para aquellas personas que se encuentran en una posición de poder: Me gustaría que fueran conscientes de las dinámicas de poder y cómo sus interacciones pueden afectar a los demás. Lo que uno puede considerar “coqueteo inofensivo” puede crear una experiencia muy degradante para otra persona.

3) Para empresas y otras organizaciones: con su liderazgo, gerentes, equipos, establezcan una hora en sus calendarios para tener esta conversación. Definan un protocolo para hacer frente a este tipo de acoso, y cómo realizarán la investigación y qué acciones se tomarán. Definan un espacio seguro para reportar incidentes.

Y, lo más importante, cuando llegue el momento, ejecuten.

Es posible que nunca necesites usar esto en tu organización. Pero, el hecho de que se hayan tomado el tiempo para pensar en esto habrá creado más conciencia para ustedes y para su equipo. Promoverá un entorno más saludable para sus empleados y el ecosistema en general.

Felicito y agradezco al ITAM por crear este espacio que ahora también me ha permitido compartir mi propia experiencia.

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